martes, 30 de abril de 2013

El Salvaje






En castellano, El Salvaje.  En inglés, The wild one.

La he vuelto a ver después de tantos años, que fue como verla por primera vez. Hay cierta diferencia entre la realidad de 1953 y la del 2013, vaya si la hay. Los terribles motoqueros que, según el guión, aterrorizan un tranquilo pueblo norteamericano, son niños de pecho comparados con los monstruos de maldad que ponen actualmente en algunas películas sobre el tema de bandas; en moto, coche o a pie. En El Salvaje, la maldad de los grupos motoqueros es más aparente que real. Son tipos desagradables, bulliciosos y, en algún momento irrespetuosos con el bien público, aunque, sin llegar a un vandalismo como el que se ve en cualquier manifestación de protesta en cualquier ciudad del mundo actualmente.Y el salvaje de la película no pasa de ser un joven arisco con su tranca de la niñez que lo lleva a una vida más bien errática unida a un grupo que le daba seguridad. Todos arriba de sus motos.

El director de la película se llama Lazlo Benedeck y su actor principal es un Marlon Brando de 30 años, gran actor ya, muy convencido de su papel, imponiéndose más con sus miradas y tonos de voz que con su figura, más bien baja y algo gordita bajo unos jeans poco ajustados y una chaqueta de cuero genial. Su gorra tampoco estaba mal; con ella puesta no había mirada ni frase que no tuviera vibraciones hasta recónditos lugares.

En la acción había tres tipos de personas: los molestos y más bien estúpidos motoqueros; los que estaban “aterrorizados” ante la experiencia y preferían dejar pasar todo hasta que se fueran; y los  verdaderos siniestros de la película que son esos conocidos malos de siempre tanto, en films como en la vida real: el grupo manejado por el poderoso caudillo adinerado del pueblo y que, lejos, fueron los más violentos y despreciables de la historia.

Hay que verla; no digo que sea una gran película, pero, definitivamente, es lo que se llama película de culto. Lo digo, porque me he fijado que le están llamando de culto a cualquiera que impactó de alguna manera pero sin dejar una impresión palpable en algún o algunos sectores de la sociedad. Pero eso es tema para una entrada aparte.
Esta película, El Salvaje, institucionalizó la chaqueta de cuero para siempre jamás, las gorras y, claro, las motos. Que yo me acuerdo muy bien, era chica, pero anduve mucho con los amigos motoqueros de mis tías agarrada con pánico a sus chaquetas de cuero.  

jueves, 18 de abril de 2013

Desayunando en Tiffany

Desayuno en Tiffany




Oh el Cine!!... y  allí quedaron los tres, ella, él y el Gato bajo la lluvia. Una hermosa película , Blake Edward un director virtuoso, Henry Mancini y su música Moon River en los oidos , todo hermoso porque Hollywood teme la vida   estilo Queer, que es el verdadero drama de fondo que el escritor Trumann Capote refleja en su libro.
Pero aun así, la novela es genial y la película hermosa y romántica. Los amores de una prostituta y un gigolo, ambos considerados parásitos sociales, se aman aunque sean demasiado parecidos, y sabemos que su relación esta condenada al fracaso, pero nos quedamos para siempre con Audrey y George y Gato abrazados para toda la eternidad ..OH CiNE cómo te amo!! 
Gato es mejor que el perro Asta de Nick y Nora..

sábado, 9 de marzo de 2013

La Hada del Cine

"Estamos hechos del mismo material de las películas" (la Hada del Cine)


"A mí, la nave del cine en penumbras me causaba fascinación; me parecía una especie de caverna misteriosa, secreta, siempre inexplorada. Al atravesar las pesadas cortinas de terciopelo me daba la ilusión de pasar del crudo mundo real a un maravilloso mundo mágico. Nos sentábamos en primera fila, casi pegados a ese enorme telón blanco que yo veía como el altar mayor de una iglesia. La culminación de todo ese ritual lo constituía el instante maravilloso cuando se apagaban las luces, se cerraban las cortinas, se callaba la música y la pantalla se llenaba de vida y movimiento.

Yo quedaba como suspendida en el aire.

Ese era el climax del extraño sortilegio que sobre mí ejercía el cine. Sobre mí y sobre mi madre. Ahora lo sé. La diferencia entre nosotros y mi padre con mis hermanos, era que a ellos el cine les gustaba; a nosotras nos volvía loca.

Al apagarse las luces todos se enderezaban y ponían tiesos frente al telón. Yo no. Yo giraba la cabeza para ver aparecer el rayo de luz que salía por las ventanillas de la sala de proyección y recorría el espacio sobre nosotros hasta chocar con la pantalla y estallar en imágenes y sonidos. Y muchas veces, cuando la película no era todo lo entretenida que yo hubiese querido ( mucha conversa y poca acción), dejaba de mirarla para contemplar embelesada ese mágico haz de polvillo luminoso. Me parecía un prodigio que aquel chorro de luz pudiera transportar cosas tan impresionantes como trenes perseguidos por indios a caballo, buques de piratas en mares tormentosos y dragones exhalando fuego por sus siete cabezas. Yo entonces pensaba que por ahí también fluía la voz, el estampido de los disparos, las canciones tan bonitas de los mariachis de las películas mexicanas. Luego aprendí que no. Como aprendí muchas otras cosas, algunas más bien de corte técnico, por ejemplo, que eran 24 cuadros por segundo -o fotogramas- los que pasaban ante los ojos de los espectadores para hacer la ilusión del movimiento. No sabía de qué me iba a servir esa clase de datos, pero yo quería saberlo todo sobre el cine. Esto ocurrió cuando me dio por leer las revistas Ecran que descubrí en la biblioteca de la Oficina. 
Las leía como desaforada."

(De "La contadora de películas" Hernán Rivera Letelier)

domingo, 20 de enero de 2013

Un hombre llamado Flor de Otoño









Me gusta el cine español, sobre todo el posfranquista que no tenía el impedimento de la censura a muchos niveles, por lo que durante la dictadura de Franco las mejores películas se hacían fuera de España. Me tocó vivir allí el inicio de la democracia y la aparición de un cine en el que se podía plasmar situaciones y emociones sin más obstáculos que el que cada uno se imponía en aras de una obra redonda o de un buen arte y también del buen gusto. En ese principio en que prevalecía, me dio la impresión, lo de “ni tan allá ni tan acá”.

“Un hombre llamado Flor de Otoño” fue una de las películas, de la época que hablo, que me gustó y me pareció impecable en muchos aspectos. La vi en su momento (1978 o 79) y la he vuelto a ver ahora. Basada en una historia real muy bien ambientada y con la excelente actuación de José Sacristán, muestra un personaje atípico para la época y nivel social. Un abogado de clase media alta, homosexual y anarquista. Más que una doble vida, triple. Increíble.

Pedro Olea, su director, la borda. Quizás se queda corto para el gusto de muchos en crudeza; porque los mundos en que Lluis, el personaje, vive; son extremos todos. Mucha cocidia en uno, mucha sordidez en otro y mucha tensión y peligro en el otro. Pero creo que fue suficiente con lo que se nos muestra,  porque en este momento que se vive, no se necesita mucho más de esas imágenes y acciones tan bien creadas por Olea, para experimentarla. 

La recomiendo.  

domingo, 9 de diciembre de 2012

Ciudadano Kane



Hace unos 35 años atrás vi Ciudadano Kane y este fin de semana la he vuelto a ver impresionándome más que entonces. Increíblemente, el tiempo no le ha quitado una pizca de vigencia a ningún aspecto desde el que se le quiera tratar. No me extraña que esté considerada entre las 10 mejores películas de la historia del cine, y no creo que pierda nunca ese lugar. Orson Wells fue un genio en lo que se refiere a mostrar al público su percepción de cualquier situación, tanto a través del guión como del manejo de las cámaras.
Fabuloso, no encuentro otra palabra.

Cuando la vi por primera vez, con el golpe de estado en Chile a flor de piel, capté a Kane como el típico lucrador egocéntrico que con el verso de ser muy americano y ocuparse del pueblo como primera motivación, adquiere riquezas y poder inagotablemente, sometiendo a todo el mundo bajo su control por medio del dinero.
Pero el ciudadano Kane no era un simple capitalista egoico, estaba por encima de eso, incluso de los grupos de poder, aunque el discurso era el mismo. En una gran escena, el personaje que encarna Joseph Cotten, Leland, amigo de él desde su época de estudiante, interpreta muy bien a Kane. Éste ha perdido las elecciones a gobernador por el escándalo del engaño a su mujer con una cantante con la que se casa después.
Esta escena se filma completa con la cámara desde abajo, como si el que la estuviera filmando fuera el apuntador que se ubicaba en los teatros para soplar a los actores. Es un toque magnífico que hace sentir con más “nervios” la tensión entre los dos. “He traicionado la sagrada causa de la moral ¿es eso?”, dice Kane; pero, en realidad, no es eso lo que ve Leland: “Siempre has hablado del pueblo como cosa tuya, como si te perteneciera, desde donde yo recuerde, has hablado de concederle al pueblo sus derechos como si pudieras devolverle la libertad en recompensa por sus servicios prestados, ¿te has olvidado del trabajador?... No te va a gustar cuando llegue el momento en que te enteres que TU trabajador reclama lo que le pertenece por derecho propio y no como un regalo tuyo, Charly. Cuando todos esos pobrecitos tuyos lleguen a unirse, ya verás; serán más poderosos de lo que te imaginas. .. Lo que pretendes es persuadir a los demás que los quieres tanto que no tienen más remedio que quererte a la fuerza...”

Esta es la perfecta descripción no sólo de Kane, sino del siniestro poder económico que conduce el mundo regido por el capitalismo; y el problema con el ciudadano Kane es que lo quiso hacer solo, después de todo, como dijo su principal asesor, Bernstein: “Hacer dinero es fácil si únicamente te dedicas a eso"; por lo que terminó derrumbándose todo el imperio por él creado. Los grupos de poder no lo perdonaron, el pueblo, controlado por esos grupos, no lo perdonó. Después de todo, ya a esas alturas... todos hipnotizados y manejados por el capitalismo, como hasta el día de hoy.

Otro toque magistral, quizás el mejor, es Rosebud, la palabra que dijo antes de morir y que sólo el público se entera a qué se refería... y que no era sólo el nombre pintado en su trineo de niño.

Las luces, las sombras... siluetas hablando. Puertas y pasillos por donde pasaba un personaje, mostraban la emoción del momento. La ubicación de cada personaje dentro de las escenas y la de la cámara, las luces, las sombras, las distancias entre los actores; todo participando en el perfil de la trama, de las sensaciones y emociones inherentes a la historia. Todo genial.
Los actores en su mayoría debutaban. Los más conocidos después de Orson Wells; Joseph Cotten y Agnes Moorehead. Orson Wells, magistral. El ideal es verla subtitulada.
Una gran película que no se puede dejar de ver.


martes, 6 de noviembre de 2012

Barbara Stanwyck eterna


Bastaría con su  nombre y nada más, su biografía y su filmografia  las podemos encontrar en internet, pero está en mi sentir profundo rendirle un  sincero y humilde post a su persona, aunque nada de lo que yo diga cambiará para nada su fulgor en el firmamento del celuloide.

Desde que salió de una torta en su segunda película " Mexicale Rose" en 1929, que ella misma la calificó como aborto y casi la lleva a renunciar al cine, ha sido una mujer sorpresa, en cada película suya un nuevo pesonaje queda en la Historia del celuloide.  He visto sus películas  de la época precode  y allí ella me fascina, es memorable, eterna,  llenando la pantalla con un encanto que es  diferente, no es una volupuosa Ava Gardner, ni una emocional Bette Davies, Barbara es un elfo. una salamandra, una bruja, un hada, una amazona, cubriendo la pantalla .
La vi en Stella Dallas, un melodramón  de aquellos que hacían llorar a las abuelas, mujer de pueblo, que no se siente a gusto con los de su clase y consigue casarse con un rico aristócrata, del cual tiene una hija, por supuesto que ella no encaja en la sociedad del "buen gusto' a la cual está ligado su marido, es duro ver cómo ella trata  de caer bien a los demás, de hacer bien su papel y por supuesto nada le resulta, con un gusto extravagante, sus vestidos de  colores adornados con  pieles y encajes  y con joyas y baratijas realmente fascinantes por su rareza  pero que resultaban horrorosos para los ojos de los demás pero por su manera de ser franca y alegre tampoco era aceptada, lo que lleva  a la infelicidad de la pareja y el consiguiente divorcio. Aunque Stella no puede entender el por qué del rechazo,ya que nadie es conciente de si mismo.Stella no se da cuenta lo mucho que su hija la ama , porque Stella es  por sobretodo MADRE ,una buena madre, un madre de las series radiales, una madre que al final entiende que para que su hija se case "bien" debe alejarse de ella..Ay, si pudieran ver la película al final cuando Stella esta en la verja de la casa de su exmarido,mirando con lágrimas la boda de su hija....ningún ojo queda seco..
Creo que Stella Dallas fué el preámbulo para dar paso a las famosas series radiales que luego llegaron a nuestros hogares...

 Hay muchas películas de Barbara  que marcan un estilo de mujer, como aquella del cine negro por excelencia  "Perdición" donde trabaja junto Fred Macmurray, una de las obras maestra del cine de este género donde hace de la inolvidable "femme fatale" la bella y escandalosamente sexual y libidinosa, Phillys Dietrichson, con una peluca rubia Barbara  está más que genial. está eterna.

domingo, 14 de octubre de 2012

Goodbye Again


En casi 50 años, han cambiado las modas y  nos hemos modernizado mucho tecnológicamente, pero lo que es en el amor y las relaciones, pocazo o nada ha cambiado. En esta película, Goodbye Again, adaptación del libro de François Sagan, la interrogante sobre qué es el amor es la misma y los diferentes problemas que surgen de las relaciones, igualmente siguen siendo difícil de manejar.
Aquí hay problemas en las dos relaciones planteadas; la de Paula (Ingrid Bergman) con su pareja desde hace unos cinco años, Roger (Ives Montand), egoísta, incapaz de comprometer su independencia en una relación estable y leal con la mujer aunque la ama y necesita; y la relación que se produce tras el desengaño de una reciente infidelidad de Roger; de Paula con Phillip (Anthony Perkins), un joven de 24 años, inestable e inmaduro que la ama mucho pero que está muy lejos de ser el ideal para Paula, además de que la sociedad ve terriblemente feo esa gran diferencia de edad entre la cuarentona y el joven Phillip. Ahora sigue siendo igualmente mal visto, sólo que a los afectados no les importa tanto, o por lo menos, no lo denotan ni se dejan separar por esto.
Roger, que necesita a Paula, se casa con ella, que ha abandonado a Phillip rompiéndole el corazón, porque realmente está total y definitivamente enamorada de Roger.
Una verdadera lata para Paula, porque ninguno de los dos hombres son una promesa de felicidad para ella (y yo diría que para nadie).
El ego nos da vida, el ego nos destruye. Me gustó ver esta película del director Anatole Litvak con íconos del cine internacional. Un lujo ver actuar juntos a Ingrid Bergman, Tony Perkins e Yves Montand. Me sorprendió una especie de Josephine Baker cantando e interactuando con Tony Perkins en unas escenas; era Diahann Caroll, una mujer negra muy simpática que vi alguna vez, por finales de los 60 en una serie de televisión.
Recomiendo la peli...